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lunes, 31 de enero de 2011
domingo, 30 de enero de 2011
¿Cómo crear un volcán?
Taller de ciencias:
Cómo crear un volcán en erupción
Material:
-Botella de plástico de 33ml.
-Vinagre
-Bicarbonato de sodio
-Pimentón
-Harina
-Agua
-Maqueta que represente un volcán
Preparación:
-Llenar la botella con agua hasta un tercio de su volumen, aproximadamente.
-Verter vinagre hasta completar un poco más de los dos tercios de la botella.
-Añadir una cucharada de pimentón para que la “lava” adquiera su característico
color rojo.
-Incluir algo de harina a la mezcla, para que la lava tenga un aspecto más denso,
y por lo tanto, más realista.
-Si contamos con una maqueta de volcán que hayamos creado previamente,
meter dentro la botella, haciendo coincidir la boca de la botella con la boca del
volcán.
-Para que se produzca la reacción de erupción, añadir un par de cucharadas de
bicarbonato de sodio.
Explicación:
Cuando el bicarbonato sódico entra en contacto con el ácido acético contenido
en el vinagre, tiene lugar un proceso mediante el que se genera dióxido de
carbono (gas), que es lo que hace que la lava de nuestro volcán salga expulsada
al exterior.
Cómo crear un volcán en erupción
Material:
-Botella de plástico de 33ml.
-Vinagre
-Bicarbonato de sodio
-Pimentón
-Harina
-Agua
-Maqueta que represente un volcán
Preparación:
-Llenar la botella con agua hasta un tercio de su volumen, aproximadamente.
-Verter vinagre hasta completar un poco más de los dos tercios de la botella.
-Añadir una cucharada de pimentón para que la “lava” adquiera su característico
color rojo.
-Incluir algo de harina a la mezcla, para que la lava tenga un aspecto más denso,
y por lo tanto, más realista.
-Si contamos con una maqueta de volcán que hayamos creado previamente,
meter dentro la botella, haciendo coincidir la boca de la botella con la boca del
volcán.
-Para que se produzca la reacción de erupción, añadir un par de cucharadas de
bicarbonato de sodio.
Explicación:
Cuando el bicarbonato sódico entra en contacto con el ácido acético contenido
en el vinagre, tiene lugar un proceso mediante el que se genera dióxido de
carbono (gas), que es lo que hace que la lava de nuestro volcán salga expulsada
al exterior.
Una vida, un año.
Tip, tip, tip… miles de gotas rebotaban en el alféizar de su ventana. El cielo estaba ya oscuro y la luna asomaba entre los edificios colindantes que formaban su patio interior casi cerrado. No paraba de mirar su reloj esperando a que se detuviera para siempre y no llegara ese momento tan temido.
Esa misma mañana, mientras atendía al profesor de matemáticas, los dos chicos más odiosos del instituto empezaron a probar su nuevo invento, un aparato que al contacto con la piel realizaba una pequeña, aunque muy molesta, descarga eléctrica. Como casi siempre, esos dos “ángeles”, conocidos popularmente como “el Chino” y “el Chucky”, tomaron como conejillo de indias a nuestro asustadizo amigo…
- El ángulo que forman esas dos figuras, ¿es un ángulo…?
- ¡Ahhh! – se escuchó de repente.
- ¿Ahhh? ¿Un ángulo ahhh, señor Chema?
- Oh, perdón maestro… es que creo que me ha picado un bicho. Lo siento mucho – se disculpó mientras todos sus compañeros observaban como una gota brillante resbalaba por su frente.
- ¡Bueno, bueno, sigamos con los ángulos por favor! – exclamó el profesor intentando acallar las risas que resonaban en el aula-.
El maestro siguió con su divertida lección sobre ángulos e hipotenusas. Chema no paraba de temblar debido al calambrazo que había recibido gracias a los dos “chulitos” del instituto, como solían llamarlos por allí. Nadie se atrevía a hacerles frente porque, aunque estaban en el mismo curso que Chema, eran dos años mayores, ya que habían repetido curso. Estos dos energúmenos solían amedrentar a muchos alumnos insultándolos y amenazándolos solo por divertirse. Y lo peor de todo, es que no bromeaban, ya que en más de una ocasión habían golpeado y vejado a diferentes chicos que únicamente desobedecían sus órdenes o que simplemente no eran de su agrado por su aspecto físico o forma de ser.
Por todo esto, nuestro querido Chema no quería ni mirarlos de reojo, aunque le estuvieran dando calambrazos todo el día.
- ¡Ahhh, ay, ayyy! – saltó de la silla derribándola.
- ¡Chema! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? ¡Y no me digas que te ha picado otro bicho, eh!
- Lo siento mucho señor… – contestó casi con lágrimas en los ojos.
Y en ese momento ocurrió lo que Chema no quería que ocurriera. Instintivamente, antes de volver a sentarse se fijó en los dos chicos que tanto temía y les dijo en voz muy baja:
- Por favor… dejadme en paz.
Un segundo después, el profesor que estaba mirándolos, se percató de todo lo sucedido en realidad, y llamó a los dos graciosillos para que se acercaran hasta su mesa. Éstos, se levantaron muy despacio sin dejar de mirar al pobre Chema, y caminaron con paso decidido hasta donde se encontraba su maestro.
- ¡Dadme ahora mismo lo que tenéis en las manos! – Ordenó éste.
Ambos alumnos, sabiendo que no podían esconder por mucho tiempo su nuevo invento, dejaron el aparato encima de la mesa, sin ningún tipo de miedo a las represalias del profesor.
- Ahora, recoged vuestras mochilas y esperadme junto al despacho del director para tener una charla cuando termine la clase.
Los dos “chulitos” recogieron todo lentamente, pero antes de salir del aula se acercaron hasta Chema…
- Esta noche, a las ocho, en el parque de la Joya. Como no estés allí, mejor no vuelvas al instituto jamás – dijo Chucky a dos centímetros de la cara de nuestro amigo.
Y después de darle un pequeño golpe en el cuello que acabó en un gran pellizco, los dos salieron sonriendo de la clase, como si fueran los reyes del lugar.
- ¡Tirorirori, tirorirori! – la alarma del reloj avisaba de que ya eran las ocho menos cuarto. Aunque para Chema, ese sonido le comunicaba que algo malo estaba a punto de ocurrirle.
Con un tembleque en las manos que no podía controlar fue hasta el aseo, abrió el grifo, se refrescó y se miró la cara en el espejo. En ese momento parecía un fantasma. Se dirigió hasta la puerta de su casa y cuando estaba a punto de traspasar el marco de la misma le dijo a su madre:
- Mamá, vuelvo enseguida, que he quedado con un amigo para que me preste un juego.
- Vale cariño. Pero no tardes, porque dentro de un momento prepararé la cena – le dijo su madre con una sonrisa en los labios.
Un minuto después, Chema caminaba en dirección al parque, para pedirles perdón a sus dos compañeros por ser la causa del castigo que les había caído, e intentar solucionar el problema lo mejor posible para su integridad física. Sabía que si no aparecía iba a ser mucho peor durante el resto del año.
- Vaya, vaya… – dijo el Chino, con una gran sonrisa en los labios. – Al final sí has aparecido… ¿Sabes, Chemita, que por tu culpa nos han expulsado tres días del instituto?
- Lo siento, yo no quería que pasara eso… - les dijo a ambos con la cabeza gacha.
- Tranquilo Chema, si en verdad te lo queremos agradecer. Le hemos dicho a nuestros padres que los maestros están en huelga y no tenemos clase. Y nos vamos a tirar todo el día jugando a la consola, fumando y bebiendo.
- Vaya, ¿de verdad que no estáis molestos conmigo? – preguntó Chema no muy convencido.
- Claro hombre, no te preocupes. La única pega es que todos han visto lo que pasó y por lo tanto tenemos que darte una lección para que los demás sigan respetándonos…
Tres días después seguía la cena de Chema encima de la mesa de la cocina. Su madre no quería retirarla porque seguía pensando que su hijo volvería para comérsela. Nadie podía consolarla, no después de haber enterrado a su Chema.
Tanto el Chino como el Chucky, estuvieron internados en un centro de menores durante un año. Allí aprendieron muchas cosas sobre el bien y el mal y seguramente nunca más volverán a delinquir… o si.
Domingo Torrente Miras (S.Nino.10)
Esa misma mañana, mientras atendía al profesor de matemáticas, los dos chicos más odiosos del instituto empezaron a probar su nuevo invento, un aparato que al contacto con la piel realizaba una pequeña, aunque muy molesta, descarga eléctrica. Como casi siempre, esos dos “ángeles”, conocidos popularmente como “el Chino” y “el Chucky”, tomaron como conejillo de indias a nuestro asustadizo amigo…
- El ángulo que forman esas dos figuras, ¿es un ángulo…?
- ¡Ahhh! – se escuchó de repente.
- ¿Ahhh? ¿Un ángulo ahhh, señor Chema?
- Oh, perdón maestro… es que creo que me ha picado un bicho. Lo siento mucho – se disculpó mientras todos sus compañeros observaban como una gota brillante resbalaba por su frente.
- ¡Bueno, bueno, sigamos con los ángulos por favor! – exclamó el profesor intentando acallar las risas que resonaban en el aula-.
El maestro siguió con su divertida lección sobre ángulos e hipotenusas. Chema no paraba de temblar debido al calambrazo que había recibido gracias a los dos “chulitos” del instituto, como solían llamarlos por allí. Nadie se atrevía a hacerles frente porque, aunque estaban en el mismo curso que Chema, eran dos años mayores, ya que habían repetido curso. Estos dos energúmenos solían amedrentar a muchos alumnos insultándolos y amenazándolos solo por divertirse. Y lo peor de todo, es que no bromeaban, ya que en más de una ocasión habían golpeado y vejado a diferentes chicos que únicamente desobedecían sus órdenes o que simplemente no eran de su agrado por su aspecto físico o forma de ser.
Por todo esto, nuestro querido Chema no quería ni mirarlos de reojo, aunque le estuvieran dando calambrazos todo el día.
- ¡Ahhh, ay, ayyy! – saltó de la silla derribándola.
- ¡Chema! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? ¡Y no me digas que te ha picado otro bicho, eh!
- Lo siento mucho señor… – contestó casi con lágrimas en los ojos.
Y en ese momento ocurrió lo que Chema no quería que ocurriera. Instintivamente, antes de volver a sentarse se fijó en los dos chicos que tanto temía y les dijo en voz muy baja:
- Por favor… dejadme en paz.
Un segundo después, el profesor que estaba mirándolos, se percató de todo lo sucedido en realidad, y llamó a los dos graciosillos para que se acercaran hasta su mesa. Éstos, se levantaron muy despacio sin dejar de mirar al pobre Chema, y caminaron con paso decidido hasta donde se encontraba su maestro.
- ¡Dadme ahora mismo lo que tenéis en las manos! – Ordenó éste.
Ambos alumnos, sabiendo que no podían esconder por mucho tiempo su nuevo invento, dejaron el aparato encima de la mesa, sin ningún tipo de miedo a las represalias del profesor.
- Ahora, recoged vuestras mochilas y esperadme junto al despacho del director para tener una charla cuando termine la clase.
Los dos “chulitos” recogieron todo lentamente, pero antes de salir del aula se acercaron hasta Chema…
- Esta noche, a las ocho, en el parque de la Joya. Como no estés allí, mejor no vuelvas al instituto jamás – dijo Chucky a dos centímetros de la cara de nuestro amigo.
Y después de darle un pequeño golpe en el cuello que acabó en un gran pellizco, los dos salieron sonriendo de la clase, como si fueran los reyes del lugar.
- ¡Tirorirori, tirorirori! – la alarma del reloj avisaba de que ya eran las ocho menos cuarto. Aunque para Chema, ese sonido le comunicaba que algo malo estaba a punto de ocurrirle.
Con un tembleque en las manos que no podía controlar fue hasta el aseo, abrió el grifo, se refrescó y se miró la cara en el espejo. En ese momento parecía un fantasma. Se dirigió hasta la puerta de su casa y cuando estaba a punto de traspasar el marco de la misma le dijo a su madre:
- Mamá, vuelvo enseguida, que he quedado con un amigo para que me preste un juego.
- Vale cariño. Pero no tardes, porque dentro de un momento prepararé la cena – le dijo su madre con una sonrisa en los labios.
Un minuto después, Chema caminaba en dirección al parque, para pedirles perdón a sus dos compañeros por ser la causa del castigo que les había caído, e intentar solucionar el problema lo mejor posible para su integridad física. Sabía que si no aparecía iba a ser mucho peor durante el resto del año.
- Vaya, vaya… – dijo el Chino, con una gran sonrisa en los labios. – Al final sí has aparecido… ¿Sabes, Chemita, que por tu culpa nos han expulsado tres días del instituto?
- Lo siento, yo no quería que pasara eso… - les dijo a ambos con la cabeza gacha.
- Tranquilo Chema, si en verdad te lo queremos agradecer. Le hemos dicho a nuestros padres que los maestros están en huelga y no tenemos clase. Y nos vamos a tirar todo el día jugando a la consola, fumando y bebiendo.
- Vaya, ¿de verdad que no estáis molestos conmigo? – preguntó Chema no muy convencido.
- Claro hombre, no te preocupes. La única pega es que todos han visto lo que pasó y por lo tanto tenemos que darte una lección para que los demás sigan respetándonos…
Tres días después seguía la cena de Chema encima de la mesa de la cocina. Su madre no quería retirarla porque seguía pensando que su hijo volvería para comérsela. Nadie podía consolarla, no después de haber enterrado a su Chema.
Tanto el Chino como el Chucky, estuvieron internados en un centro de menores durante un año. Allí aprendieron muchas cosas sobre el bien y el mal y seguramente nunca más volverán a delinquir… o si.
Domingo Torrente Miras (S.Nino.10)
Un cuento animal
Erase una vez, en un pueblo chiquitito, vivía un niño de diez años con su hermana pequeña y sus abuelos ya viejecitos. Él se llamaba Domy y su hermana Anny. Sus padres tenían que trabajar lejos de allí y solo podían volver en Navidad, por eso los dejaban a cargo de los abuelos. Los dos hermanos pasaban todos los días juntos, paseando por las estrechas callejuelas del pueblo y jugando con los animales que por allí había, como gatos, perros, gallinas o sus queridos borricos. Domy y Anny nunca se mezclaban con los demás niños del pueblo porque en el colegio solían insultarles por ir siempre detrás de los animales.
El día antes de Navidad, los dos hermanos se dirigieron al bosque para recoger flores y regalárselas a sus padres que llegarían al día siguiente. Cuando se alejaban del pueblo, un grupo de cuatro niños, de los que siempre les insultaban en el colegio, los vieron y decidieron seguirlos sin que los hermanos se dieran cuenta.
Una vez en el bosque, Domy y Anny empezaron a recoger flores y a jugar con las mariposas, mariquitas, ardillas y demás animalitos que encontraban. Siempre los trataban con mucho cariño, porque los consideraban como amigos. En más de una ocasión habían tenido problemas con los vecinos del pueblo por haber liberado a varios perros de sus ataduras o por haber librado a los burros de sus cargas pesadas. Los demás niños no soportaban verlos hablar con los animales como si fueran personas y los tomaban por locos.
Mientras Domy y Anny recogían las flores y jugaban con los animales del bosque, los cuatro niños que los observaban escondidos tras unos arbustos, decidieron asustarlos. Empezaron a aullar como los lobos, -¡Auhhh! ¡Auh, auh, auhhh!- Los dos hermanos, en vez de asustarse y salir corriendo, siguieron recogiendo las flores y hablando con los animalitos. No tenían miedo, aunque nunca se habían encontrado con ningún lobo durante sus salidas al bosque. Los cuatro niños, al ver que los dos hermanos no se intimidaban y seguían como si no hubieran escuchado nada, idearon otra forma de asustarlos... Decidieron atrapar a Anny durante un descuido de su hermano y así lo hicieron. Se acercaron por detrás de la niña y le taparon la boca, mientras Domy se entretenía con una lechuza contándole lo bonito que estaba el bosque con las primeras nevadas. Unos minutos después, Domy empezó a llamar a su hermana, -¡Anny!¡Annyyyy!- Rápidamente se dio cuenta de que algo extraño pasaba ya que Anny nunca se alejaba de su hermano. El niño empezó a ponerse nervioso y se acordó del aullido de lobo que había escuchado unos minutos antes. Entonces, sin saber ni por qué, Domy se dirigió hacia la lechuza con la que había estado minutos antes y le dijo:
- Hola Sra. Lechuza, soy Domy, como antes le dije. Sé que ningún animal me ha contestado jamás cuando os he hablado. Pero esta vez necesito vuestra ayuda urgentemente.- La lechuza lo miraba sin pestañear como si entendiera todo lo que decía. - Mi hermana ha desaparecido y tengo miedo de que un lobo la haya atrapado. ¡¡ Por favor, ayudadme a encontrarla!!-
Acto seguido, la lechuza abrió sus grandes alas y empezó a volar por el bosque, haciendo ruidos. En unos segundos, se le unieron otros pájaros como colibríes, búhos, carpinteros, jilgueros y muchos otros más. Mientras que por tierra, se empezaba a escuchar como corrían otros animales como conejos, ratones, jabalíes, ciervos y hasta un lobo que se había acercado cuando escuchó el falso aullido de los cuatro niños. Todos los animales del bosque buscaron a Anny, hasta que por fin, el canto de un ruiseñor avisó de que la niña había sido encontrada. Todos los animales se dirigieron hasta ese punto y vieron como los cuatro niños llevaban sujeta a la pequeña. Éstos, al percatarse de la presencia de tantos animales furiosos, empezaron a tener mucho miedo y salieron corriendo, dejando a Anny a merced de los mismos. Pero ella no tenía miedo y en vez de correr, lo primero que hizo fue darles las gracias a todos los animales. Unos minutos después llegó su hermano Domy hasta ese lugar y encontró a su hermanita rodeada de todos los animales. Tras fundirse en un abrazo infinito, ocurrió algo mágico e inesperado. La lechuza se acercó hasta los dos hermanos y les entrego un ramo de flores precioso y como si fuera lo más natural del mundo les dijo:
- Gracias a vosotros por ser tan buenos con todos los animales y tratarnos con tanto cariño. Este bosque siempre será vuestra casa y seréis bien recibidos por todos sus habitantes. Ahora debéis volver con vuestros abuelos porque estarán muy preocupados.-
Domy y Anny corrieron hasta su casa para abrazar a sus abuelitos. Al día siguiente llegaron sus padres. Era Navidad, todos estaban juntos y eran felices...
...Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
Domingo Torrente Miras (S.Nino.10)
El día antes de Navidad, los dos hermanos se dirigieron al bosque para recoger flores y regalárselas a sus padres que llegarían al día siguiente. Cuando se alejaban del pueblo, un grupo de cuatro niños, de los que siempre les insultaban en el colegio, los vieron y decidieron seguirlos sin que los hermanos se dieran cuenta.
Una vez en el bosque, Domy y Anny empezaron a recoger flores y a jugar con las mariposas, mariquitas, ardillas y demás animalitos que encontraban. Siempre los trataban con mucho cariño, porque los consideraban como amigos. En más de una ocasión habían tenido problemas con los vecinos del pueblo por haber liberado a varios perros de sus ataduras o por haber librado a los burros de sus cargas pesadas. Los demás niños no soportaban verlos hablar con los animales como si fueran personas y los tomaban por locos.
Mientras Domy y Anny recogían las flores y jugaban con los animales del bosque, los cuatro niños que los observaban escondidos tras unos arbustos, decidieron asustarlos. Empezaron a aullar como los lobos, -¡Auhhh! ¡Auh, auh, auhhh!- Los dos hermanos, en vez de asustarse y salir corriendo, siguieron recogiendo las flores y hablando con los animalitos. No tenían miedo, aunque nunca se habían encontrado con ningún lobo durante sus salidas al bosque. Los cuatro niños, al ver que los dos hermanos no se intimidaban y seguían como si no hubieran escuchado nada, idearon otra forma de asustarlos... Decidieron atrapar a Anny durante un descuido de su hermano y así lo hicieron. Se acercaron por detrás de la niña y le taparon la boca, mientras Domy se entretenía con una lechuza contándole lo bonito que estaba el bosque con las primeras nevadas. Unos minutos después, Domy empezó a llamar a su hermana, -¡Anny!¡Annyyyy!- Rápidamente se dio cuenta de que algo extraño pasaba ya que Anny nunca se alejaba de su hermano. El niño empezó a ponerse nervioso y se acordó del aullido de lobo que había escuchado unos minutos antes. Entonces, sin saber ni por qué, Domy se dirigió hacia la lechuza con la que había estado minutos antes y le dijo:
- Hola Sra. Lechuza, soy Domy, como antes le dije. Sé que ningún animal me ha contestado jamás cuando os he hablado. Pero esta vez necesito vuestra ayuda urgentemente.- La lechuza lo miraba sin pestañear como si entendiera todo lo que decía. - Mi hermana ha desaparecido y tengo miedo de que un lobo la haya atrapado. ¡¡ Por favor, ayudadme a encontrarla!!-
Acto seguido, la lechuza abrió sus grandes alas y empezó a volar por el bosque, haciendo ruidos. En unos segundos, se le unieron otros pájaros como colibríes, búhos, carpinteros, jilgueros y muchos otros más. Mientras que por tierra, se empezaba a escuchar como corrían otros animales como conejos, ratones, jabalíes, ciervos y hasta un lobo que se había acercado cuando escuchó el falso aullido de los cuatro niños. Todos los animales del bosque buscaron a Anny, hasta que por fin, el canto de un ruiseñor avisó de que la niña había sido encontrada. Todos los animales se dirigieron hasta ese punto y vieron como los cuatro niños llevaban sujeta a la pequeña. Éstos, al percatarse de la presencia de tantos animales furiosos, empezaron a tener mucho miedo y salieron corriendo, dejando a Anny a merced de los mismos. Pero ella no tenía miedo y en vez de correr, lo primero que hizo fue darles las gracias a todos los animales. Unos minutos después llegó su hermano Domy hasta ese lugar y encontró a su hermanita rodeada de todos los animales. Tras fundirse en un abrazo infinito, ocurrió algo mágico e inesperado. La lechuza se acercó hasta los dos hermanos y les entrego un ramo de flores precioso y como si fuera lo más natural del mundo les dijo:
- Gracias a vosotros por ser tan buenos con todos los animales y tratarnos con tanto cariño. Este bosque siempre será vuestra casa y seréis bien recibidos por todos sus habitantes. Ahora debéis volver con vuestros abuelos porque estarán muy preocupados.-
Domy y Anny corrieron hasta su casa para abrazar a sus abuelitos. Al día siguiente llegaron sus padres. Era Navidad, todos estaban juntos y eran felices...
...Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
Domingo Torrente Miras (S.Nino.10)
jueves, 27 de enero de 2011
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