PARA MIS NIÑOS/AS DE 5ºC

Bueno chicos/as, he creado este blog para que podamos estar comunicados incluso cuando estéis en casa. Las nuevas tecnologías son el futuro y por lo tanto debemos empezar a manejarnos en ellas de forma eficaz. Este blog va dirigido para todos vosotros/as y para vuestros padres/madres, por lo que espero que lo utilicéis de forma constructiva y jamás para hacer daño a los demás. Intentaré subir archivos relacionados con las asignaturas que imparto en el cole (videos, actividades, etc.), con el fin de mejorar la calidad de nuestras clases.

Todas vuestras ideas, preguntas o creaciones se podrán subir en este blog, siempre y cuando sean evaluadas con anterioridad por un servidor. Para mandarme cualquier archivo, enlace o dato de interés podéis hacerlo a mi dirección:

snino10@gmail.com


Os espero a todos/as.





Nino.










domingo, 30 de enero de 2011

Una vida, un año.

Tip, tip, tip… miles de gotas rebotaban en el alféizar de su ventana. El cielo estaba ya oscuro y la luna asomaba entre los edificios colindantes que formaban su patio interior casi cerrado. No paraba de mirar su reloj esperando a que se detuviera para siempre y no llegara ese momento tan temido.
Esa misma mañana, mientras atendía al profesor de matemáticas, los dos chicos más odiosos del instituto empezaron a probar su nuevo invento, un aparato que al contacto con la piel realizaba una pequeña, aunque muy molesta, descarga eléctrica. Como casi siempre, esos dos “ángeles”, conocidos popularmente como “el Chino” y “el Chucky”, tomaron como conejillo de indias a nuestro asustadizo amigo…
- El ángulo que forman esas dos figuras, ¿es un ángulo…?
- ¡Ahhh! – se escuchó de repente.
- ¿Ahhh? ¿Un ángulo ahhh, señor Chema?
- Oh, perdón maestro… es que creo que me ha picado un bicho. Lo siento mucho – se disculpó mientras todos sus compañeros observaban como una gota brillante resbalaba por su frente.
- ¡Bueno, bueno, sigamos con los ángulos por favor! – exclamó el profesor intentando acallar las risas que resonaban en el aula-.
El maestro siguió con su divertida lección sobre ángulos e hipotenusas. Chema no paraba de temblar debido al calambrazo que había recibido gracias a los dos “chulitos” del instituto, como solían llamarlos por allí. Nadie se atrevía a hacerles frente porque, aunque estaban en el mismo curso que Chema, eran dos años mayores, ya que habían repetido curso. Estos dos energúmenos solían amedrentar a muchos alumnos insultándolos y amenazándolos solo por divertirse. Y lo peor de todo, es que no bromeaban, ya que en más de una ocasión habían golpeado y vejado a diferentes chicos que únicamente desobedecían sus órdenes o que simplemente no eran de su agrado por su aspecto físico o forma de ser.
Por todo esto, nuestro querido Chema no quería ni mirarlos de reojo, aunque le estuvieran dando calambrazos todo el día.
- ¡Ahhh, ay, ayyy! – saltó de la silla derribándola.
- ¡Chema! ¿Se puede saber qué te pasa hoy? ¡Y no me digas que te ha picado otro bicho, eh!
- Lo siento mucho señor… – contestó casi con lágrimas en los ojos.
Y en ese momento ocurrió lo que Chema no quería que ocurriera. Instintivamente, antes de volver a sentarse se fijó en los dos chicos que tanto temía y les dijo en voz muy baja:
- Por favor… dejadme en paz.
Un segundo después, el profesor que estaba mirándolos, se percató de todo lo sucedido en realidad, y llamó a los dos graciosillos para que se acercaran hasta su mesa. Éstos, se levantaron muy despacio sin dejar de mirar al pobre Chema, y caminaron con paso decidido hasta donde se encontraba su maestro.
- ¡Dadme ahora mismo lo que tenéis en las manos! – Ordenó éste.
Ambos alumnos, sabiendo que no podían esconder por mucho tiempo su nuevo invento, dejaron el aparato encima de la mesa, sin ningún tipo de miedo a las represalias del profesor.
- Ahora, recoged vuestras mochilas y esperadme junto al despacho del director para tener una charla cuando termine la clase.
Los dos “chulitos” recogieron todo lentamente, pero antes de salir del aula se acercaron hasta Chema…
- Esta noche, a las ocho, en el parque de la Joya. Como no estés allí, mejor no vuelvas al instituto jamás – dijo Chucky a dos centímetros de la cara de nuestro amigo.
Y después de darle un pequeño golpe en el cuello que acabó en un gran pellizco, los dos salieron sonriendo de la clase, como si fueran los reyes del lugar.
- ¡Tirorirori, tirorirori! – la alarma del reloj avisaba de que ya eran las ocho menos cuarto. Aunque para Chema, ese sonido le comunicaba que algo malo estaba a punto de ocurrirle.
Con un tembleque en las manos que no podía controlar fue hasta el aseo, abrió el grifo, se refrescó y se miró la cara en el espejo. En ese momento parecía un fantasma. Se dirigió hasta la puerta de su casa y cuando estaba a punto de traspasar el marco de la misma le dijo a su madre:
- Mamá, vuelvo enseguida, que he quedado con un amigo para que me preste un juego.
- Vale cariño. Pero no tardes, porque dentro de un momento prepararé la cena – le dijo su madre con una sonrisa en los labios.
Un minuto después, Chema caminaba en dirección al parque, para pedirles perdón a sus dos compañeros por ser la causa del castigo que les había caído, e intentar solucionar el problema lo mejor posible para su integridad física. Sabía que si no aparecía iba a ser mucho peor durante el resto del año.
- Vaya, vaya… – dijo el Chino, con una gran sonrisa en los labios. – Al final sí has aparecido… ¿Sabes, Chemita, que por tu culpa nos han expulsado tres días del instituto?
- Lo siento, yo no quería que pasara eso… - les dijo a ambos con la cabeza gacha.
- Tranquilo Chema, si en verdad te lo queremos agradecer. Le hemos dicho a nuestros padres que los maestros están en huelga y no tenemos clase. Y nos vamos a tirar todo el día jugando a la consola, fumando y bebiendo.
- Vaya, ¿de verdad que no estáis molestos conmigo? – preguntó Chema no muy convencido.
- Claro hombre, no te preocupes. La única pega es que todos han visto lo que pasó y por lo tanto tenemos que darte una lección para que los demás sigan respetándonos…
Tres días después seguía la cena de Chema encima de la mesa de la cocina. Su madre no quería retirarla porque seguía pensando que su hijo volvería para comérsela. Nadie podía consolarla, no después de haber enterrado a su Chema.
Tanto el Chino como el Chucky, estuvieron internados en un centro de menores durante un año. Allí aprendieron muchas cosas sobre el bien y el mal y seguramente nunca más volverán a delinquir… o si.

Domingo Torrente Miras (S.Nino.10)

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